Este mes hemos salido en un reportaje que ha escrito María Blanco para Mi Petit Madrid y qué cuenta muy bien qué es nuestra editorial.
Queremos que sea la primera entrada de este blog de Libros de las Malas Compañías. La ilustración del equipo de Libros de las Malas Compañías es de María Hermoso, también conocida por su pseudónimo Una Artista Desconocida, y nos encanta.
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Mucha de la literatura del mundo no está escrita. Ana Cristina Herreros, escritora, narradora y editora, lo sabe mejor que nadie. Licenciada en filología, comenzó a adentrarse en la riqueza de la narración oral para desarrollar su tesis doctoral (que defendió en 1992) y desde entonces, ha seguido escuchando y contando todos los cuentos de antaño que se oyen, pero a lo que apenas les pone voz. En Libros de las Malas Compañías han decidido escribirlos y publicarlos, para que no se olviden, para que permanezcan siempre y, sobre todo, para mostrar la riqueza de un patrimonio cultural que existe, aunque no se vea.
Ana, leonesa de nacimiento y madrileña de adopción, además de editora y escritora es, ante todo, una contadora de historias. Su alter ego que cuenta cuentos se llama Ana Griott (“griot” es el nombre con el que se conocen en el África Occidental a los narradores de historias), y es precisamente en su faceta de contadora de historias como se ha recorrido medio mundo escuchando para luego transmitir y traducir al papel los cuentos que de abuelos a nietoshan ido transmitiéndose a lo largo de los siglos, en cualquier rincón del mundo.
La editorial Libros de las Malas Compañías nació en 2014 con la intención de convertirse en un proyecto editorial al margen de las etiquetas que tradicionalmente se le ponen a la literatura cuando sólo persigue unos fines netamente comerciales. De hecho, desde su mismo nombre se halla una declaración de intenciones, que la identifica como una editorial desobediente detrás de la que no esconden, junto a Ana Cristina, retratados aquí de izquierda a derecha,Daniel Tornero, director de arte e ilustrador de varios de sus libros, Anaïs González, directora comercial y de marketing y comunicación de la editorial, y Antonio Hernández Ribaina, quien se encarga de gestionar la red no librera y la distribución en Canarias.
Extremadamente cuidadosos con cada uno de sus libros, no dudan en sacrifican los buenos márgenes comerciales en pro de un producto no sólo de calidad, sino responsable con el medio ambiente y honesto con su forma de ver la vida. El papel que utilizan procede de bosques gestionados de forma sostenible. Su imprenta está en Madrid y son sus propios distribuidores, lo que les obliga a seleccionar y cuidar mucho las librerías donde venden sus títulos. En esta selección, dejan fuera las grandes superficies para centrarse únicamente en una red de librerías en las que confían tanto por su profesionalidad como por su ética porque creen que “se pueden hacer y vender libros de otra manera”.
Por ejemplo, su denominada serie negra (que no tiene nada que ver con literatura policíaca, sino con la recuperación de la memoria oral de las comunidades negras), comenzó como proyecto solidario para la construcción de una biblioteca en la región de la Casamance, en Senegal, y cuando vieron que no tenían libros para llenar sus estanterías, pero sí existían las historias que pertenecían a la oralidad del pueblo senegalés, Ana Cristina se desplazó hasta allí y se dedicó a grabar los cuentos que los abuelos de las comunidades contaban en diola, una lengua que no tiene forma escrita y que sólo existe en su transmisión oral. De ese modo, lo primero que se prestó en aquella biblioteca de la Casamance fueron a los abuelos y abuelas. Y de los más de 100 cuentos que inmortalizó Ana Cristina, se seleccionaron 33 y se publicó El dragón que se comió el sol y otros cuentos de la Baja Casamance (que también se pueden escuchar en diola en la web de Las Malas Compañías).
Esta experiencia única condujo a Las Malas Compañías a seguir indagando, y decidieron buscar a los pueblos africanos más silenciados y apoyar su proyecto editorial con otro solidario que se centrara directamente en ayudar de alguna manera a las poblaciones de la zona. Hasta ahora, además de los cuentos de Senegal, se ha publicado Los cuentos del erizo y otros cuentos de las Mujeres del Sáhara, y acaban de escuchar a la población albina de Mozambique, un viaje del que saldrán los Cuentos de conejos y otros cuentos de la gente albina de Mozambique, que verán la luz en primavera.
Hay que saber que, en la Casamance, hay enterradas miles de minas antipersonas que intentan frenar la autodeterminación del pueblo mediante la instauración del miedo. La población del Sahara sufre un auténtico expolio diario de su riqueza e identidad cultural, así como una persecución y una negación como pueblo que les obliga a vivir desde hace más de 40 años en campos de refugiados. En cuanto a las poblaciones albinas de Mozambique, luchan a diario contra la discriminación, el maltrato, la persecución, el odio y la muerte. Elegir a estos pueblos y no implicarse con ellos no tendría ningún sentido para Libros de las Malas Compañías.
Por esta razón, parte de los ingresos de sus ventas se destinan al proyecto cultural que cada comunidad decida. De ese modo, en Casamance, están apoyando a la red que imparte español en Senegal mientras siguen colaborando con la biblioteca, llevando fondos y haciendo talleres de lectura, cineforum, cursos de alfabetización para mujeres, etc. En el Sáhara, colaboran estrechamente con el Ministerio de Educación de la RASD mediante un grupo de investigación para recuperar la memoria oral y restituir la cadena de transmisión tradicional, rota por el largo confinamiento en los campamentos. Y con su último proyecto (la publicación de Cuentos de conejos y otros cuentos de la gente albina de Mozambique), pretenden mostrar que los niños albinos cuentan los mismos cuentos que los niños no albinos porque no son espíritus como muchos de ellos creen.
¡Feliz lectura solidaria!
(De María Glück, el 15 de diciembre de 2017)